Detengamos la desintegración social: Defendamos el matrimonio
Padre Shenan J. Boquet
Presidente
Human Life Internacional
Publicado originalmente en inglés el 4 de enero de 2021 en: https://www.hli.org/2021/01/stop-societal-breakdown-build-up-marriage/
“La familia está llamada [al verdadero amor] a lo largo de la vida de sus miembros, desde la concepción hasta la muerte. La familia es verdaderamente el santuario de la vida…, el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano. Por esto, el papel de la familia en la edificación de la cultura de la vida es determinante e insustituible.”
- Papa San Juan Pablo II, Evangelium Vitae, no. 92.
“¿El matrimonio se está volviendo irrelevante?” Ese es el discordante titular del sitio web de Gallup, que informa los resultados de una nueva encuesta. La respuesta a la pregunta, desafortunadamente, parece ser un rotundo “sí”. De maneras clave, el matrimonio se está volviendo irrelevante para un gran número de personas [1].
Los resultados de la encuesta muestran un cambio angustiosamente rápido en las actitudes públicas en cuanto a la importancia del matrimonio en relación con el acto conyugal y la transmisión de la vida humana. Según Gallup, ahora solo el 29% de las personas creen que es “muy importante” que una pareja se case antes de tener hijos. Ello es una caída del 49% en comparación con 2006. Mientras tanto, el 72% de los encuestados dijo que es moralmente aceptable participar en un acto sexual fuera del matrimonio. Ello constituye un aumento del 53% con respecto a la respuesta dada en 2001. Esta encuesta revela la triste situación actual en cuanto a cómo la gente en general ve la sexualidad humana, el matrimonio, la procreación, los niños y la familia.
Además, un hallazgo especialmente desalentador es lo dramático que ha sido el cambio de opinión entre las personas que asisten a la iglesia. En 2006, el 65% de los encuestados que iban a la iglesia semanalmente dijeron que era “muy importante” que las parejas que engendraran hijos se casaran. En 2020, sin embargo, fue solo del 45%, ¡una caída de 20 puntos porcentuales! Entre los que van a la iglesia mensualmente, el número ha bajado del 58% al 32%, ¡una diferencia de 26 puntos porcentuales!
La buena noticia es que las personas que asisten a la iglesia son más propensas que las personas que nunca asisten a la iglesia a pensar que el matrimonio es importante (solo el 19% de las personas que no asisten a la iglesia dijeron que estar casados ??es “muy importante”, en comparación con el 32% en 2006); la mala noticia es que las opiniones de las personas que asisten a la iglesia han empeorado mucho más rápidamente que las de las personas que no asisten a la iglesia.
La encuesta de Gallup también encontró que solo el 38% de las personas creen que es “muy importante” para las parejas que quieren pasar el resto de sus vidas juntas casarse. Como era de esperar, el número de encuestados que dicen estar casados ??actualmente ha disminuido significativamente en las últimas décadas. A principios de la década de los 80, el 64% de las personas encuestadas dijeron que estaban casadas, sin embargo, desde entonces, ese número ha caído a solo el 49%.
Los efectos negativos de la desintegración familiar
Desafortunadamente, ninguno de estos hallazgos es una gran sorpresa. Desde la introducción de la anticoncepción a pedido y el divorcio express, hemos sido testigos del gradual e inexorable colapso del matrimonio y la vida familiar. Esto se ha visto reforzado por la proliferación de una actitud hedonista hacia la sexualidad humana que pone mayor énfasis en el placer personal, el romance y la gratificación, que en el verdadero amor conyugal y la procreación. Esta actitud, en conjunción con la mentalidad y el comportamiento que promueve, falsea la sexualidad humana y divorcia el acto conyugal (acto destinado a ser exclusivo de los cónyuges) de sus dos fines inseparables: el unitivo y el procreador. Este tipo de acto sexual es muy diferente y contrario al que Dios ha creado para ser único y complementario entre los esposos. La falsificación de los bienes inherentes al matrimonio y al acto conyugal tiene consecuencias nefastas, que impactan la visión de uno mismo, los demás, el matrimonio y la familia.
Como escribió el Papa San Juan Pablo II en Evangelium Vitae, no. 23:
Así se deforma y falsifica el contenido originario de la sexualidad humana, y los dos significados, unitivo y procreador, innatos a la naturaleza misma del acto conyugal, son separados artificialmente. De este modo se traiciona la unión, y la fecundidad se somete al arbitrio del hombre y de la mujer. La procreación se convierte entonces en el “enemigo” a evitar en la práctica de la sexualidad. Cuando se acepta, es sólo porque manifiesta el solo propio deseo, o incluso la propia voluntad, de tener un hijo “a toda costa”, y no, en cambio, por expresar la total acogida del otro y, por tanto, la apertura a la riqueza de vida de la que el hijo es portador.
Lo que parece que no nos hemos dado cuenta todavía, o al menos no a gran escala, es cuán devastador ha sido el colapso del matrimonio y la vida familiar para la salud de nuestra sociedad. Me sorprende, por ejemplo, la cantidad de diálogos y discursos públicos en los que se habla sobre la pobreza, la violencia, la mala educación y la falta de vivienda, pero lo poco que se dice de las razones sistémicas detrás de estos graves problemas y de dónde se puede encontrar el remedio.
Estudio tras estudio ha descubierto que los niños que no crecen con sus dos padres (papá y mamá) en el hogar sufren todo tipo de consecuencias negativas. Como señaló The National Review en respuesta a un artículo del New York Times que minimiza el impacto de las familias monoporentales en las tasas de pobreza, los datos son inequívocos: las familias monoparentales están significativamente vinculadas a un grave nivel de pobreza [2].
“Las ciencias sociales nos dicen que los niños criados por padres solteros o madres solteras tienen muchas más probabilidades de tener hijos jóvenes, de abandonar la escuela secundaria y de trabajar menos cuando son adultos jóvenes”, escribió W. Bradford Wilcox autor del artículo de respuesta por parte del The National Review al desafortunado artículo del New York Times. “No es sorprendente que los hijos de familias monoparentales tengan más probabilidades de terminar siendo pobres cuando sean adultos jóvenes”.
Por su parte, un estudio irlandés encontró que el impacto del divorcio en los niños puede ser incluso peor que si uno de los padres hubiera muerto. Según ese estudio, los hijos de padres divorciados tienen “más probabilidades de desarrollar depresión, les va peor en la escuela y tienen pocas habilidades sociales en comparación con otros niños”, informó la agencia católica informativa LifeSiteNews.com que dio a conocer el estudio [3].
Una de las investigadoras de este estudio irlandés dijo que esperaba que su investigación contrarrestara la narrativa común que describe el divorcio como algo intrascendente. “Nadie debería engañarse a sí mismo pensando que el divorcio es fácil”, dijo. “Mantener unido un mal matrimonio es difícil, pero proteger a los niños después de un divorcio puede ser aún más difícil. Los matrimonios deben darse cuenta de esto”.
Una amenaza para el bien común
El simple hecho es que la redefinición y la desintegración del matrimonio, exacerbados por la falsificación de la sexualidad humana, la anticoncepción y la aceptación del divorcio y el concubinato, plantean amenazas genuinas y graves para el bien común y el bienestar de la sociedad. El matrimonio entre un hombre y una mujer, algo que puede entenderse simplemente a partir de la ley natural, ha sido durante milenios la piedra angular de la sociedad civil.
Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, en el no. 2207:
“La familia es la célula original de la vida social. Es la sociedad natural en que el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida. La autoridad, la estabilidad y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad, de la fraternidad en el seno de la sociedad… La vida de familia es iniciación a la vida en sociedad”.
Los niños siempre deben ser bienvenidos como una bendición en cualquier circunstancia. Tienen derecho a ser criados por sus padres biológicos y alimentados dentro de la familia, escuela de aprendizaje de los genuinos valores instituida por Dios. Hoy, sin embargo, los niños sufren ampliamente por el rechazo, el abandono, el divorcio y los hogares monoparentales y de múltiples relaciones. Debido a la falsificación de la sexualidad humana y la amplia aceptación de la anticoncepción, los niños ya no son vistos como el fruto del amor conyugal; en cambio, se etiquetan como una carga, una consecuencia no deseada del acto sexual. Además, los niños son tratados como objetos de explotación, engendrados fuera del acto conyugal en cajas de Petri en laboratorios, convirtiendo la procreación en una “producción” que deshumaniza a los niños.
Desafortunadamente, los vicios que se alimentan en la privacidad de una vida familiar disfuncional tienen la tendencia a perpetuarse a través de las generaciones y de ahí a extenderse a la sociedad en general. Una de las consecuencias del divorcio es que, a su vez, los hijos de familias rotas tienen más probabilidades de divorciarse [4]. El divorcio engendra el divorcio, se propaga como un virus y trae consigo todas las diversas consecuencias negativas personales y sociales que hemos señalado.
Construyamos una cultura de vida defendiendo el matrimonio
Mi pregunta, entonces, es la siguiente: ¿Cómo podemos reconstruir una sociedad basada en las virtudes, que ame, respete, defienda y sirva a la santidad de la vida y la dignidad de la persona, si la célula original de la vida social (el matrimonio y la familia) sobre la que se deconstruye la sociedad es rechazada, comprometida o redefinida a imagen de las deconstrucciones y el lenguaje ambiguo y equívoco que utilizamos hoy en día?
Después de todo, un edificio construido sobre arena colapsará.
Desafortunadamente, con la legalización del “matrimonio” entre personas del mismo sexo y el triunfo casi total de la mentalidad anticonceptiva y la revolución sexual, incluso muchos conservadores y activistas provida y a favor de la familia han perdido de vista la importancia de la batalla por el matrimonio, que es ampliamente visto como “una causa perdida”.
Bueno, la batalla bien puede estar “perdida” por ahora. O parece estar perdida. Pero el hecho que debemos enfrentar es que la batalla por una Cultura de la Vida nunca se ganará a menos que cambiemos la dirección en la que va nuestro barco y comencemos a hacer algunos progresos en la batalla por el matrimonio también.
Los datos muestran claramente que la tasa de abortos entre las mujeres solteras y que conviven es mucho más alta que entre las mujeres casadas [5]. Esto no es de extrañar. Biológicamente, las mujeres soportan la peor parte de la carga de tener un hijo. Estar en un matrimonio estable proporciona a las mujeres la seguridad que necesitan para traer un hijo al mundo. Sin embargo, si el padre del niño se ha ido, o es probable que se vaya en el futuro, es mucho más probable que la madre se sienta tentada a tomar medidas drásticas cuando quede embarazada, como la de recurrir al aborto.
Sin embargo, el problema es aún más básico. Si la mayoría de los hombres y mujeres no ven ninguna conexión entre las relaciones sexuales y el matrimonio, es más probable que tengan relaciones sexuales extramaritales. Cuantas más personas hagan esto, habrá más embarazos no deseados y más abortos. Las vidas de innumerables niños por nacer dependen de que defendamos el matrimonio y rechacemos las mentiras de la revolución sexual.
En la lucha contra la “cultura” de la muerte, la Iglesia necesita volver a lo fundamental. Los cristianos siempre han enseñado que la fornicación y el adulterio son pecados graves. Sin embargo, como sugieren los resultados de la encuesta de Gallup, las iglesias no están formando a sus congregaciones en las verdades bíblicas sobre la sexualidad humana y el matrimonio. Como proclamó el Papa San Juan Pablo II, “el futuro del mundo y de la Iglesia pasa a través de la familia” (Exhortación Apostólica Familiaris Consortio, no. 75). Sin matrimonios y familias fuertes como fundamento, la sociedad seguirá desintegrándose. Sin embargo, si restauramos la centralidad del matrimonio y la familia, tal como los diseñó nuestro Creador, servirán de catalizador para rejuvenecer la vida social. Solo defendiendo el matrimonio y fortaleciendo la familia se puede revitalizar la sociedad.
Vida Humana Internacional agradece a José Antonio Zunino la traducción de este artículo.